UNA PROFESORA DE LA SAPIENZA DE ROMA AFIRMA QUE «LOS NIÑOS HAN DEMOSTRADO QUE PUEDEN SER VERDADEROS TEOLOGOS»
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA
Presenta la pedagogía de la «Catequesis del Buen Pastor» en el Congreso de Educación de la UCV
La profesora de la Universidad de La Sapienza de Roma Francesca Cocchini ha presentado ayer la pedagogía de la «Catequesis del Buen Pastor», en el marco del III Congreso Internacional de Educación Católica para el siglo XXI de la Universidad Católica de Valencia «San Vicente Mártir» (UCV).
«Los niños han demostrado que pueden ser definidos como verdaderos teólogos», según la experta, que ha asegurado que «el niño se satisface profundamente al descubrirse colaborador esencial -aunque sea pequeño- de una historia que camina hacia una meta que lo ayuda a caminar con una actitud fundamentalmente cristiana: la esperanza».
La Catequesis del Buen Pastor se inició en Roma en 1954 por la biblista y estudiosa de la espiritualidad cristiana, Sofia Cavalletti, que se basó en la visión del «niño nuevo» de María Montessori. Actualmente, esta particular catequesis se imparte en numerosas ciudades de todo el mundo, «en ambientes sociales y culturales muy distintos», según ha añadido.
El programa está dirigido a la formación religiosa del niño desde los 2 o 3 años hasta su adolescencia, puesto que ante la realidad religiosa «el niño manifiesta una nueva dignidad y un sentimiento gratísimo de gozo, indicador del crecimiento interior, así como el aumento de peso es el indicador del crecimiento del cuerpo», ha añadido la profesora.
Según ha destacado esta experta la Catequesis del Buen Pastor se basa en las «exigencias y experiencias fundamentales, propias de la infancia». Desde los 2 a los 6 años, ha detallado, «estas exigencias se refieren al vasto ámbito de la relación y del misterio de la vida». Así, ha señalado «sólo en la relación se llega a ser persona».
Desde esta perspectiva, Cocchini ha afirmado que «la primera infancia (hasta los 5-6 años) se presenta como la edad de oro para la formación de la persona, porque en esta etapa el niño no se abre aún a la multiplicidad de los comportamientos, sino que en cada experiencia está implicada toda su persona, hasta lo más profundo de su ser».
Cocchini no ha dudado en señalar que en la Biblia hay una «figura» que «satisface esta exigencia del niño de una relación que implica todo su ser, una figura que por su capacidad de darse y de amar sin límites no puede desilusionarlo: es la figura del buen Pastor». «La mayor ayuda que podemos dar al niño pequeño para formarse como persona moral es la parábola del Buen Pastor», ha asegurado.
Por su parte, después de los 6 años, la exigencia vital del niño se caracteriza por una «gran sed de conocimientos, no de carácter escolar, sino una necesidad existencial de conocer el mundo para ser capaz de orientarse en él».
A partir de esa edad, según Cocchini, «los niños entran en la etapa del desarrollo en la que el interés moral se hace presente» y los niños «pueden entonces familiarizarse con la historia bíblica, en su globalidad y en los principales acontecimientos narrados en el Antiguo Testamento».
«El niño, tan visionario como los grandes filósofos», según Guillermo Peris
Igualmente, en las sesiones de ayer, martes, del III Congreso de Educación Católica de la UCV ha intervenido Guillermo Peris, profesor de Filosofía del Instituto Edith Stein de Granada, que ha relacionado la literatura cristiana contemporánea con la educación infantil.
Respecto a cómo asume el niño la literatura, Peris ha explicado que «el niño no se muestra menos visionario que algunos de los más grandes filósofos, simplemente menos informado», y ha subrayado que «buscan en los padres aclaraciones y respuestas propias y connaturales a la naturaleza humana».
Asimismo, las jornadas de ayer han contado con la participación de Gracia Arolas, profesora de la Universidad Católica de Valencia, que ha defendido «la necesidad de que las ciencias se aúnen en el siglo XXI para redescubrir la interioridad de la persona», ya que «no puede darse un desarrollo en la persona humana si no hay un retorno a lo no-psicofísico», que sería atender a su dimensión espiritual.
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