La llegada de José Mourinho a nuestro país para dirigir al Real Madrid ha sido la noticia más importante que el Circo nos ha dado estos días para distraernos de las penas que el Pan nos está dando. Es innegable que los medios de comunicación están batiendo palmas con las orejas por la cantidad de titulares que nos va a dar este año este señor y sólo eso justifica la intensa campaña que han seguido para intentar traerlo. Y el idilio durará hasta que llegue un día en que Mourinho exclamará con voz afectada el ¿tú también Bruto? y sea acuchillado por los mismos que lo han aupado, pero esta crónica de una muerte anunciada es intrínseca a este deporte en nuestro país y no aporta nada nuevo que no conozcamos. Y sin embargo, fíjense ustedes, no me he quedado sólo con la lectura meramente futbolística y de debates de bar, sino que, dado lo interesante del personaje, me he puesto yo también en plan chulo a reflexionar y así, a golpe de tecla, les comento otras dos impresiones que me ha causado su llegada:

La primera es la sorprendente conexión que existe entre Mourinho y Rajoy.  Sí, ya sé que ustedes pensarán que ésta es una teoría arriesgada, pero vamos a realizar el experimento y analizar estos meses venideros a esta curiosa pareja. La intuición me dice que aquí vamos a encontrar petróleo, queridos lectores. Para contextualizar, vamos a hablar un poquito del señor Rajoy: a pesar de las florituras verbales y chascarrillos del líder de la oposición, que al principio tenían su gracia y que ahora no tienen ninguna, lo cierto y rotundo es que no sabe comunicar. Vaya, mal fallo hoy en día ¿Injusto, dirán ustedes?, tal vez, pero imperdonable en esta sociedad. Realmente Rajoy dirige a un partido político con un estilo de dirección que tiene bastantes similitudes al del Real Madrid actual: está respaldado por una gran masa social, no digamos ya por el poder mediático, tiene unos cuantos galácticos y mucha gente desea que se convierta en una alternativa real al eterno rival, pero ambos pecan reiteradamente de no saber comunicar bien su mensaje más allá de palabras huecas como la de «somos un equipo señor», en el caso de unos, o «la defensa de la unidad y valores nacionales» en los otros. Etcétera. Pero no sólo es un problema dialéctico sino un problema de estrategia, porque las acciones tangibles que ambos aplican para materializar su discurso son muchas veces contrarias a su mensaje y despistan al personal. Si dices una cosa y no predicas con el ejemplo, no comunicas bien tu mensaje, ya saben. Si es que en el fondo son lentejas.

Pero todo esto quedó zanjando. Rajoy puede respirar tranquilo. Los problemas comunicativos del presidente del PP han terminado con la llegada de José Mourinho a nuestro país. Ya sé que ustedes dirán que uno es ambicioso y guapo y que el otro preferiría vivir como un tranquilo registrador de la propiedad en Santa Pola y que no es tan guapo, o que uno es maleducado y el otro educado etc. No son iguales, pero son complementarios, pues según la hipótesis arriesgada antes comentada, ¡atención!, el entrenador portugués ha venido con la secreta misión no de llevarse los trofeos, no, sino de convertirse de aquí en adelante en la verdadera voz de Rajoy. Sí señores,  lo que Mariano siempre ha querido decir pero sin atreverse saldrá por boca de José ¡Fumata blanca! Habemus el comunicador natural que tanto echaba de menos el PP. En su primer día ya nos ha dejado una perla que no me negarán que ya por sí sola sustenta toda esta teoría:

«Bonito, bonito no es jugar bien; Bonito, bonito es ganar»

¡Qué grande Mou! Y así es: tras dos elecciones perdidas contra un rival que no pasa de ser un Olympic de Lyon en política (alguno incluso dirían que un Alcorcón) y dos legislaturas envolviéndose en la bandera de España pero no haciendo nada para, en esa línea,  quitar competencias a sus CCAA y a sus Diputaciones y Ayuntamientos que «tanto solapan y merman el poder del Estado» (¡ay, los votos!), ahí nos vemos en el brete de un momento crítico como pocos para ganarse a muchos desencantados (los creyentes seguirán siendo creyentes) con una crisis de caballo…¿y qué propone Rajoy? Meter a sus delanteros de laterales ¿Y qué hace con sus casos de corrupción? Meter el autobús en la portería y esperar el fallo del rival ¿Frente a las medidas propias del recetario de la derecha de reducir el consumo público? ¡Vota que no! Esa mente privilegiada para la política pierde una oportunidad de oro de ser coherente y dar un mensaje de confianza, a la par que le regala un caramelo así gratis a Durán y Lérida , erigiéndolo en salvador de las españas, en estadista que prefiere abstenerse a ver convertido su Estado (que no su nación) en una nueva Grecia…cuando ¡despierte señor Rajoy! ¡ése papel de la película era para usted! ¡que le adelantan por la derecha los democristianos nacionalistas catalanes! Y no dándose cuenta del momento histórico, se deja a sí mismo y a toda su formación como un resultadista cutre y ventajista. No importa que él si gana no suba lo sueldos a los funcionarios (no lo va a hacer, obviamente) ni que si el Real Decreto hubiera salido derrotado del Parlamento la imagen de España con cuya bandera se envuelve sería catastrófica a los ojos financieros internacionales. Bonito, bonito es ganar.

Tras toda la tempestad que le está cayendo a Zapatero, en donde le llueven chuzos como puntas, desde esta tribuna se ha observado un dato que ha pasado muy desapercibido pero que es muy importante porque conocemos el patio patrio: en las últimas encuestas se le da al PP la mayoría absoluta, pero el porcentaje de votos que baja el PSOE no se corresponde ni de lejos con el número de votos que sube el PP, que apenas sube: son votos que se han quedado en el limbo, son ex-votantes de ZP desencantados que no pueden reconocer HOY que volverían a votar a Zapatero porque la herida HOY está muy inflamada. Pero dentro de varios meses y con el reclamo del voto útil, la cosa puede dar sorpresas. Porque de la misma manera que la afición del Real Madrid echó a Capello en dos ocasiones por ganar sin jugar bien, a Rajoy le pueden volver a echar si va de resultadista. Los creyentes de esta España bipolar ¡no computan! aunque su cánticos de apoyo sean anestesiantes y sus loas embriagadoras; por contra son los que están en medio (creedores) los que van a volver a dar la victoria al que mejor sepa administrar y comunicar su mensaje a ese grupo. Y lo que le ha pasado a Capello le puede pasar a Mourinho. Seguiremos analizando el devenir de esta curiosa pareja gallega-portuguesa que ya verán cómo nos va a deparar muchas sorpresas.

La segunda impresión que me trae Mourinho a la mente relaciona el Circo con el Pan, cambiando de tercio y dejando la política a un lado. En el fondo es un pensamiento manido y llevamos en los bares hablando de esto con los futbolistas, pero lo traigo a colación contigo no por nada personal, Mou, sino porque el fondo a ti lo que te pone es que hablemos de ti, ¿verdad?

En las grandes empresas, en el mundo de los negocios en general, cuando se quiere sustituir a un alto directivo por otro, se entiende que esta decisión es importante, estratégica. Se contrata a personal especializado (cazatalentos) que busca en el mercado los postulantes más adecuados para el perfil. Generalmente la criba la pone el propio mercado y para un puesto de alta dirección son dos o tres los candidatos posibles. Se habla con ellos mucho y durante varios meses; éstos presentan planes de negocio para postularse al cargo y dar viabilidad a su futuro puesto. Y así, tras pactar las retribuciones económicas en función de los resultados y no en el sueldo base, y con varios meses de negociaciones y conocimiento mutuo, se elige al candidato final. En el fútbol, no. En todos los equipos se echa a un entrenador y se contrata en dos días a otra persona que va a llevar las riendas estratégicas y plenipotenciarias del equipo y, lo haga bien o lo haga mal, va a cobrar íntegro su salario. Y será durante su andadura por el club (cuando ya esté fichado) cuando presentará sus ideas y su plan de negocio: bonito, bonito no es jugar bien…aunque sean contrarias a la filosofía de un club cuya misión o mantra es la de decirse se señor. Mourinho mismo lo dijo: «Del Real Madrid no conozco nada, sólo a sus jugadores y a su historia»

Vamos a hacer números. A José Mourinho le han fichado por 10 millones netos de euros cada año, durante los próximos cuatro. Es decir, que el portugués va a cobrar 40 millones netos en cuatro años. O en uno, si lo echan, pero eso a él le da igual porque tiene pactada la indemnización. Bajemos estos datos al mundo real y hagamos el siguiente ejercicio: usted es un joven universitario que busca su primer empleo, o ya tiene cierta experiencia y/o trabajo y busca en infojobs o en las páginas salmón ofertas que mejoren sus condiciones. De repente, encuentra una oferta que dice:

«Salario neto mínimo: 100.000 €/año en un contrato de obras y servicio de 4 años de duración. El resultado de su trabajo no influirá en su retribución mínima, pudiendo obtener bonus en concepto de primas si consigue buenos resultados»

Inciso: ¡100.000 € netos al año! Netos, no brutos. Piensen ahora en su nómina anual. Comparen. Traguen saliva.

Sigamos:

Pues bien, seguimos: si tras pasar la prueba de selección de ese magnífico puesto son ustedes agraciados, podrían pensar que tienen la vida resuelta y reírse de la crisis. No obstante, el siguiente dato aritmético de cuarto de EGB le empalidecerá la sonrisa: con ese salario maravilloso usted tendría que trabajar cien años para ganar lo que Mourinho gana en uno solo ¿Cómo dice? Se lo repito con otras cifras: con ese salario maravilloso e inalcanzable para muchos españoles de 100.000 € netos al año usted tendría que trabajar hasta el año 2.410 para ganar lo que Mourinho gane en uno solo, si lo echan, o cuatro en el mejor de los casos. La tabla de multiplicar no engaña: 100 años trabajando con un sueldo neto de 100.000 euros equivale a ganar en 1 año unos 10 millones de euros netos.

Saquen ustedes mismos sus conclusiones.

Ademar de Alemcastre