UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

Un equipo de la Unidad de Genética de la USC constata la identidad genética original de los integrantes de una comunidad menonita argentina a través del análisis de su genoma

Algo más de 2,1 millones de personas en todo o mundo conforman la comunidad menonita -en España, cerca de 400 personas- una rama de la iglesia cristiana que deriva del movimiento anabaptista y que, en su vertiente más conservadora, reivindica el papel central de la Biblia como guía y el aislamiento como vía para mantenerse alejados de todo aquello que pudieran considerar pecado, en su acepción bíblica. Con sus orígenes en el siglo XVI en Europa central y Holanda en la época de la reforma protestante, la comunidad menonita se escindió de la amish a finales del siglo XVII, momento a partir del que se inicia un intenso y constante ciclo de movimientos migratorios que llevarán a esta comunidad hacia Ucrania, así como Canadá, Estados Unidos o América del Sur.

Investigadores de la Unidad de Genética de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) acaban de corroborar por vez primera la incidencia de esta filosofía de aislamiento a través de un análisis genómico que publica Scientific Reports, del grupo Nature. El trabajo concluye que la comunidad menonita ubicada en Argentina, concretamente en la congregación de ‘La Nueva Esperanza’, conserva su identidad genética original, que se remonta a más de 500 años en el centro de Europa. La constatación la ha logrado un equipo que lidera el genetista Antonio Sala Ellacuriaga y el grupo del profesor Federico Martinón Torres, jefe del Servicio de Pediatría del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago, y en el que también participa Jacobo Pardo-Seco, todos ellos vinculados al Instituto de Investigaciones Sanitarias de Santiago, en colaboración con el Laboratorio Pricai de Buenos Aires que lidera Ulises Toscanini, colaborador habitual del grupo compostelano.

A pesar de que estas poblaciones peregrinaron por diversos países e incluso continentes de manera más o menos continuada a lo largo de los últimos tres siglos y del contacto con muchas otras poblaciones con las que pudieron haberse mezclado, “lo cierto es que su ADN no muestra evidencias de haber experimentado ningún tipo de cruce con poblaciones locales”, concluye Antonio Salas. La resolución genética del estudio es tal que “permite además descartar que los menonitas hayan podido hibridarse, no sólo con poblaciones de ancestralidad nativa americana y africana, tan común en el continente americano, sino también con otras poblaciones de origen europeo”, añade el investigador de la Facultad de Medicina.

El estilo de vida de los menonitas ha contribuido a que sus genomas presenten síntomas de una endogamia más elevada que las poblaciones con las que conviven, lo que en opinión de los científicos “podría explicar una mayor prevalencia de determinadas enfermedades en estos grupos”, como por ejemplo de microcefalias, cardiomiopatías, fenilcetonuria, síndrome de Troyer o muerte súbita, entre otros, así como de mutaciones genéticas.

El estudio de grupos poblacionales espacio –culturalmente aislado- “es interesante por varios motivos: son una especie de laboratorio in vivo para el estudio de la genética de poblaciones, que además permite entender la dinámica relacionada con la variabilidad del ADN en las personas y sus agentes causales”. Por otra parte, explica Salas, “este tipo de poblaciones hace posible desarrollar investigaciones biomédicas que resultan más complejas en grupos poblacionales más heterogéneos, es decir, es más sencillo encontrar el agente causal de una enfermedad en un grupo más aislado que en una población hibridada”. Más allá del valor genético del estudio, el doctor Federico Martinón recuerda que “a los investigadores clínicos nos interesa abordar el problemas de salud de una forma amplia”, por lo que la genética de poblaciones como la menonita “nos ayuda a entender la variabilidad genética que puede estar detrás de la enfermedad humana”.

Para este estudio, se ha realizado un genotipado masivo de marcadores genéticos distribuido a lo largo de todo el genoma. En concreto, se realizaron 600.000 marcadores en menonitas que participaron voluntariamente en el estudio. Los marcadores se analizaron junto con información genética obtenida a partir de miles de individuos cuyos perfiles genéticos son accesibles en grandes reservorios públicos como el proyecto ‘1000 Genomas’. En conjunto, el desarrollo del trabajo exige “un enorme esfuerzo computacional y de análisis de datos, lo que requiere, por ejemplo, el uso de supercomputadores como los que aporta el Centro de Supercomputación de Galicia” aclara Antonio Salas, “son recursos fundamentales para quien trabajamos en el mundo de la genómica, ya que sin ellos, sería imposible manejar semejante cantidad de datos”.

Aplicaciones forenses

Las aplicaciones de este estudio van más allá de las estrictamente clínicas. Como explica Salas Ellacuriaga, en el mundo de la genética forense es muy importante conocer cómo es la población en la que se sitúa la casuística, ya sea en el ámbito de la filiación o de la criminología, porque de esto “dependerá la valoración estadística de los casos de paternidad, identificación u otros”. Como miembro del Instituto de Medicina Legal desde 1994, Antonio Salas destaca la importancia del impacto que la sub-estructura poblacional tiene en la pericia forense, “absolutamente todas las pericias forenses hay que contextualizarlas en el marco de una determinada población, porque da información necesaria para valorar el peso estadístico de la prueba, para establecer qué probabilidad existe en relación a, por ejemplo, un caso de paternidad o de agresión sexual o en una identificación”.

Este trabajo sobre la genómica de las poblaciones menonitas se añade a otro previo igualmente pionero para analizar el cromosoma Y de menonitas. Este cromosoma se comporta de manera diferente al resto del genoma porque se hereda de padres a hijos varones. En este sentido, los autores apuntan que “fue interesante comprobar que las conclusiones derivadas de ambos trabajos independientes son coincidentes”.